miércoles, 1 de febrero de 2012

Encíclica Patriarcal con motivo de la Natividad de Cristo - Diciembre de 2011

20 de diciembre de 2011


PATRIARCADO ECUMÉNICO

Prot. No. 1192


+ B A R T O L O M É
Por la Gracia de DiosArzobispo de Constantinopla – Nueva Roma y el Patriarcado Ecuménico
Para Plenitud de la Iglesia
Gracia, Paz y Misericordia de nuestro Salvador nacido en Belén


“Y de súbito fue con el ángel muchedumbre de milicia celestial, que alababan a Dios, y decían: Gloria en lo más excelso a Dios, y sobre tierra paz en hombres de beneplácito” (Lucas 2.13-14)

Amados hermanos y hermanas, hijos en el Señor,


Los ángeles cantan éstas tres proclamaciones majestuosas y aún así la mayoría de la humanidad a pesar de celebrar la fiesta de la Navidad, no puede percibir el significado del himno angélico; preguntándose en vez si ¿Dios es verdaderamente glorificado el día de hoy? o si ¿en verdad Dios debiera ser glorificado? ¿en dónde se puede discernir sobre la tierra la paz anunciada?, y ¿por qué la humanidad contemporánea debiera vivir con buena voluntad?


Esto sucede porque en verdad, la mayoría de la gente no glorifica a Dios – sea mediante sus actos o su palabra. Muchos de ellos dudan la mera existencia de Dios y la presencia de Él en sus vidas. Hay muchos que también le atribuyen a Dios la responsabilidad por sus pesares u ocurrencias desafortunadas en sus vidas. Sin embargo, aquellos que reniegan contra Dios están en un profundo error, dado que el mal nunca proviene de Él. Por el contrario, la encarnación amorosa de su Hijo Divino y Verbo, junto con los eventos consecuentes de Su Crucifixión y Resurrección, remodelan a la persona humana en su belleza inicial, otorgándole la vida eterna y la paz que sobrepasa cualquier entendimiento; mientras que convierte a los seres humanos en coherederos del reino celestial. Éste acto de condescendencia divina, a pesar de abrazar la última humillación, es por sí mismo capaz de glorificar a la humanidad. A pesar que muchos no logren glorificar a Dios en sus corazones, gloria es rendida – por toda la creación y todas las cosas que toman lugar entre la humanidad – a Aquél que mora en lo altísimo. Nosotros también, entonces clamemos junto con los ángeles “Gloria a Dios en las Alturas” por la inmensidad de Sus trabajos y por la incomprensibilidad de Su amor por nosotros.


Muchos cuestionan la segunda proclamación angelical: “Y en la tierra paz”. ¿Cómo podemos hablar de paz en la tierra si casi la mitad del planeta se prepara para la guerra o actualmente se encuentra en ella? El dulce tono de la proclamación angelical con referencia a “paz en la tierra” es claramente una súplica divina que, si la gente se adhiere a la manera indicada por el Niño recién nacido, adquirirán paz interior y una coexistencia pacífica. Desgraciadamente, la mayoría de la gente es conducida por los címbalos de la guerra, ignorando el sonido de la plegaria por paz en la tierra. No nos estamos refiriendo a aquellos que apasionadamente apoyan el uso de las armas, sino especialmente a aquellos que transforman la competencia gentil en conflicto desigual, buscando la aniquilación de cualquier oposición. A éste respecto, la guerra es experimentada como realidad entre los miembros de grupos sociales rivales y partidos de toda naturaleza – sean raciales, políticos, partisanos, financieros, ideológicos, religiosos, étnicos o de cualquier otro tipo, en donde la intensa manera de pensar de sus miembros se convierte en militante en vez de pacífica. Sin embargo, esto no refuta la verdad proclamada por los Ángeles, que – a través de la Natividad de Cristo y la aceptación de sus enseñanzas – la paz verdaderamente prevalecerá sobre la tierra. Cristo vino trayendo paz, y si Su paz no prevalece en el mundo, la responsabilidad yace en aquellos que no aceptan y adoptan ésta paz; y no en Dios quien es quien la concede.


Dado que ésta es la postura de la humanidad contemporánea a la luz de la paz ofrecida por Dios, no es sorpresa que el bien raramente prevalezca entre la gente. La buena intención de Dios hacia la humanidad es segura, así como las consecuencias favorables del amor divino son en principio aparentes para todos los humanos y particularmente tangibles para todos aquellos que aceptan las proclamaciones angélicas y las practican. En contraste, para aquellos que rechazan éstas proclamaciones y se dan a la tarea de explotar y abusar de otros, las consecuencias se viven como una crisis de estrés y ansiedad, como una crisis económica y de significado, y finalmente, como una incertidumbre existencial.


Amados hermanos y hermanas, hijos en el Señor,
Todas las proclamaciones angélicas durante el nacimiento del Señor son realidades que existen y se experimentan plenamente hoy en día por aquellos que creen en Jesús Cristo como el Salvador Divino-Humano del mundo. Empecemos entonces desde éste año a vivir la Navidad de una manera agradable a Dios, el dador de todo lo bueno, para que experimentemos en nuestros corazones la paz trascendental y la buena voluntad amorosa de Dios hacia con nosotros. Rindámonos pues como seres humanos amorosos en nuestra relación con Dios y los demás, haciéndonos personas compartidas en vez de individuos egoístas. Removamos pues las máscaras que nos estrangulan y nos separan de Dios y de Su imagen humana, nuestro querido ser humano. Completemos entonces nuestro destino en semejanza de Dios practicando nuestra Fe en Él. Proclamemos pues el himno angelical a la humanidad que se encuentra sufriendo angustiosamente y que no puede descubrir la Paz y Buena Voluntad a través de los medios convencionales. La única manera de vencer la guerra y toda forma de crisis, como la financiera que invade al mundo hoy en día, es mediante nuestro Señor Jesucristo, quien nos asegura que Él es el Camino, La Verdad y La Vida. Por lo tanto, glorifiquemos a Dios en las alturas y a Jesucristo quien nos muestra su condescendencia habitando entre nosotros. Proclamemos junto con los ángeles que la Paz es accesible y que verdaderamente existe sobre la tierra y en nuestros corazones porque nos hemos reconciliado con Dios a través de Su buena voluntad que asumió la carne por Su alumbramiento en el pesebre.


Experimentemos pues la alegría de la Natividad de Jesucristo y el anticipo de todos los beneficios anunciados por la triple proclamación de los ángeles. Amén.


En el Fanar, Navidad del 2011+ Bartolomé de Constantinopla

Ferviente suplicante de todos ante Dios.





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