domingo, 29 de enero de 2012

Domingo de la Mujer Cananea


Este domingo escuchamos en el Evangelio de San Mateo, la hazaña de la mujer cananea (Mt 15:21-28). De éste evangelio tenemos mucho que aprender, empezando con el carácter y las virtudes de la cananea.


Para empezar, vemos como la mujer acude a Cristo, intercediendo antes que nada por la salud de su hija y no por ella misma. Esta acción pone de manifiesto la primera de las enseñanzas: el desprendimiento de la madre hacia sí misma; mismo desprendimiento ideal en todo cristiano. Esta parte del evangelio nos habla de cómo debemos nosotros también ocuparnos e involucrarnos por el bienestar de los que nos rodean, intercediendo ante Cristo mismo por ellos y no ya pidiendo y orando únicamente por nosotros mismos.

En segundo plano, se nos manifiestan las virtudes de la insistencia/paciencia: insistencia para seguir orando y solicitando la intercesión de Cristo en nuestras vidas, y paciencia para sin importar la respuesta, no desanimarse en el camino y seguir y seguir pidiendo su Divina Intercesión. Nuestra vida de lucha espiritual es muy parecida a éste par de acciones: tenemos que insistir una y otra vez en la intercesión de Dios en nuestras vidas para una verdadera conversión y asimismo, tener paciencia para saber que sólo Dios conoce la hora y el preciso momento en que obtendremos lo que en verdad necesitamos para nuestro crecimiento y que de la oración a la conversión existe un camino largo y difícil y cierto, con muchas caídas y aprendizaje doloroso de por medio. No quiere decir que por el simple hecho de pedir y de orar obtendremos aquello que solicitamos. Entonces volvemos a la oración, a insistir en ella y en nuestras peticiones y en caso de caernos, pues volvemos a levantar a pesar de las dificultades, para lo cual tendremos que ser muy, pero muy pacientes.


En ésta acción de pedir la intercesión de Dios para nuestra conversión en Jesucristo, en quien todo podemos y sin quien no veremos al Padre, se requiere otro elemento importantísimo, mismo que nos lleva a la tercera enseñanza de la cananea: la humildad. Nuestra súplica y oración debe ser en espíritu de humildad, como cuando la cananea al oír de Cristo las palabras de que "sólo vela por los hijos perdidos de Israel" y que "no es bueno quitar el pan de los hijos par dárselos a los perros" ella le contesta con sincera humildad de corazón y Fe inquebrantable que "inclusive los perritos se alimentan de las migajas que caen de la mesa de su amo". Esa es una verdadera humildad de corazón y no fariseísmos. Es así como debemos acercarnos a la oración: en humildad, con insistencia y mucha paciencia.


Otra enseñanza que se nos revela a través de éste Evangelio es el papel de la Iglesia de Cristo. Es precisamente en la figura de la cananea que vemos el rol activo de la Iglesia ante Él: pide su intercesión para curar la enfermedad de sus hijos. Recordemos entonces que la Iglesia es éste hospital de almas enfermas y que la única cura es la conversión en Cristo Jesús.

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