domingo, 21 de agosto de 2011

La Creatividad y la Lucha Eterna


En nuestras vidas espirituales, una cosa es esencial: la lucha. La lucha contra las pasiones, el egoísmo, auto-conmiseración; lucha contra la tentación, el mal y el pecado. Como cristianos, estamos llamados a la Lucha, pero a una lucha espiritual. Se trata de esa misma lucha que Jesucristo Nuestro Señor sostuvo durante 40 días en el desierto; una lucha contra el espíritu maligno, contra el espíritu de éste mundo. Más allá, toda nuestra vida es una lucha, por acercarnos más a Dios, por someternos a su voluntad, por ser más y mejores cristianos.



Metafóricamente, nuestra lucha espiritual podría ser vista como un baile… sí, un baile con el espíritu de éste mundo. Es éste baile el que nos da la fuerza y la creatividad en nuestras vidas. Es mediante éste baile que adquirimos nuestras cualidades como cristianos, como hijos de Dios. Siempre que luchemos contra la tentación, contra las pasiones, contra el pecado mismo, siempre mantendremos nuestra energía para crear, para innovar, para ser tenaces y para someternos a la voluntad de Dios. Pero ese baile es peligroso, así como nuestras vidas: se puede bailar con el oponente, pero una vez que se le abraza o se cae en su tentación, lo perdemos todo. El baile éste al que me refiero, da la vida… cuando bailamos sin “consumar” (hablando metafóricamente), podemos crear, podemos sentir ese poder y ese amor en Cristo Jesús… en tanto que si “consumamos”, nos entregamos a nosotros mismos y a nuestra creatividad; simplemente morimos.



El maligno no fue mandado directamente al Gehenna por una sencilla razón: con sus tentaciones nos prueba a nosotros el pueblo de Dios y nuestra paciencia, así como nuestro libre albedrío. En pocas palabras: la lucha es buena. Y la tentación es un ingrediente necesario en nuestra lucha porque nos prueba.



En ésta lucha, tenemos que ser constantes y perseverantes; tenemos que esforzarnos y ser disciplinados. ¿Cuántas veces nos hemos propuesto correr temprano por las mañanas y al tercer o cuarto día estamos a punto de claudicar? Y ¿cuántas de esas veces hemos luchado por finalmente ponernos en marcha y cuando al fin estamos haciendo eso que nos cuesta tanto, vemos sorpresas y resultados increíbles? Esas son las recompensas que Dios nos manda como aliciente en nuestra lucha y por nuestra perseverancia. Eso quiere decir que el Reino de Dios es infinitamente mejor que cualquier recompensa que podamos recibir en la tierra. La lucha es dura pero el premio es grande… SIEMPRE.



Durante nuestra lucha espiritual es cuando verdaderamente nos encontramos, pero no nos damos cuenta en ése preciso momento, sino hasta después; por lo que en algunas ocasiones podemos darnos por vencidos fácilmente. Siempre es en éstos momentos de lucha en que nos encontramos a nosotros mismos.




Si bien el Espíritu Santo no vive directamente en aquellos que no son dignos, siempre estará presente de alguna manera u otra ante los bautizados en Cristo Jesús, esperando por su Verdadera Conversión. Esto es precisamente lo que nos sucede cuando caemos en pecado: ahí está Dios siempre, esperándonos para continuar la lucha y obtener nuestra Salvación.




La lucha espiritual es pues, un modo de vida. Esta lucha está acompañada siempre de caídas, pero es parte del proceso levantarse y seguir. Dios está siempre aquí, entre nosotros. Si se ve distante, no es que estemos perdidos, Él nunca está lejos, sólo es que no sabemos dónde estamos. Quizás necesitamos levantarnos de donde estamos y seguir nuestra lucha.


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