El antiguo martirologio de la Iglesia de
Roma marca el día 14 de febrero como la conmemoración del “mártir San Valentín,
presbítero de Roma” (Valentin/o significa “vigoroso” en latín).
La Vida y Martirio del Santo en Roma
San Valentín vivió alrededor del tercer
siglo en Roma, siendo un sacerdote que ayudaba a los mártires cristianos
durante las persecuciones emprendidas por el emperador Claudio II el Godo. La gran virtud y facilidad catequética de
Valentín se hacen visibles y es pronto aprehendido y llevado ante la corte
imperial.
Al ser personalmente interrogado por el
emperador Claudio II sobre su negativa a adorar a los ídolos, éste le contestó:
“mi señor, si conocieras el gran regalo de Dios, serías feliz junto con tu
imperio y rechazarías a los ídolos; adorarías al Único y Verdadero Dios y su
Hijo Jesucristo”.
Al ser interrogado por otro juez de la
corte, Asterios, quien tenía una pequeña hija con ceguera y escuchando las
enseñanzas de Jesucristo y cómo Él es la Luz del Mundo, le preguntó a Valentín
si éste podría concederle la luz a su hija.
San Valentín puso sus manos sobre los ojos de la niña y oró: “Señor
Jesucristo, Verdadera Luz nuestra, ilumina a ésta niña ciega”. En ese momento, la niña fue curada y recuperó
la vista. El juez junto con toda su
familia confesó su Fe en Cristo y tras haber ayunado por tres días, destruyó los
ídolos de su casa y recibió el misterio del Santo Bautizo.
El emperador tras escuchar aquellos sucesos
decidió inicialmente no castigarlo. Sin
embargo, pensando que se mostraría débil ante la corte romana, San Valentín
junto con otros cristianos fueron torturados y finalmente decapitados el 14 de
febrero del año 268 o 269.
San Valentín: patrono de los Amantes
Además de la información histórica que se
tiene sobre la vida de San Valentín, se le acompañan varias versiones populares,
como aquella que hace del Santo el patrón de aquellos que se aman.
El Santo tenía reputación de buscador de paz. Un día mientras cultivaba rosas en su jardín,
escuchó a una pareja pelear de manera abrupta.
Valentín se acercó a la pareja que discutía y logrando que lo escucharan,
los calmó y les ofreció una rosa que había tomado de su jardín.
Otra versión quizás más extendida dice que
en aquél tiempo ningún varón tenía autorización de casarse sin antes haber
cumplido con sus obligaciones militares.
Valentín, en contra de las disposiciones del emperador, bendecía los
matrimonios de los jóvenes soldados cristianos con sus amadas.