En la Iglesia Ortodoxa, el Triodio es aquél periodo de 3 tres semanas junto con sus 4 cuatro domingos en los que los fieles ortodoxos nos preparamos a iniciar la Cuaresma con el pie derecho. En éste periodo se hace énfasis en las cualidades interiores y actitudes que tenemos que buscar proactivamente para vivir de manera verdadera nuestra Fe.
El primer domingo del Triodio está dedicado a la parábola del publicano y del fariseo (Lucas 18:10-14) la cual habla de un fariseo, quien es un hombre miembro de una secta judía estricta en cuanto a normas y costumbres religiosas que entra al templo. Una vez dentro, da gracias a Dios haciendo mención de todos sus logros: ayunar dos veces por semana, dar limosna, dar el diezmo, ser un hombre justo y recto, no ser adúltero e inclusive, no ser como "aquél" publicano. La actitud del fariseo es de vanagloria y autojustificación, pues va al templo a orar y dar gracias de lo grandioso que es pensando que éste es un logro personal y no una gracia divina. Más allá, no pide perdón de sus pecados puesto que él mismo ya se auto-perdonó todo y ésto es algo que le corresponde a Dios únicamente.
El segundo hombre, el publicano, es un hombre que se dedica a recolectar los impuestos que se deben llevar a Roma, muchas veces cometiendo injusticias y maltratando a los demás. En aquellos días, un publicano era considerado como traidor, dado que siendo él mismo judío, recolectaba el dinero de sus compatriotas para dárselo a los romanos. Sin embargo, consciente de no ser digno de ningún perdón por parte de Dios y humillado al entrar al templo, tapando sus ojos con sus manos y arrodillándose, pide sinceramente el perdón de Dios.
La parábola termina diciendo que el fariseo regresa a su casa sin nada y en cambio, el publicano regresa a su casa justificado, esto es liberado de toda culpa y pecado; a lo que la Sagrada Escritura dice: "pues todo el que se exaltare, humillado será, y el que se humillare, exaltado será"
El mensaje es muy claro: Dios actúa en un corazón sincero y arrepentido. El avance espiritual de cualquier persona se da en un terreno próspero, y ése terreno próspero es el arrepentimiento de todos nuestros errores y pecados, tanto voluntarios como involuntarios. Ese arrepentimiento sincero nos permitirá tener humildad en nuestras vidas y lo que es más importante, recibir a Jesucristo en nuestros corazones.
Preparémonos entonces para recibir a Cristo y que nos conceda un arrepentimiento sincero y ser humildes en todos nuestros actos y pensamientos para acercárnos más a El y parecernos más a El.